domingo, 11 de octubre de 2009

La Partida.

Era raro para mí tener esta clase de encuentros. A menos que mi memoria me engañe era la primera vez que hacía algo parecido. Salí de la estación de metro y caminé dos cuadras antes de doblar una esquina y avanzar dentro de un callejón hasta encontrar una fachada color café cuya puerta metálica comenzaba a ser carcomida por el óxido. Golpeé tres veces y la puerta se abrió, conduciéndome a un ambiente enrarecido por el humo de los puros y al menos una docena de voces hablando a volumen alto al mismo tiempo.

El hombre de la entrada tomó mi abrigo y me señaló las escaleras. Parecía reconocerme aunque a mí no me resultaba familiar. Mientras subía, miraba las mesas pequeñas y apretadas mientras escuchaba como golpeaban con fuerza las fichas de dominó sobre la superficie de madera. Era muy molesto. A medida que ascendí al piso siguiente, el sonido se amortiguó y respiré un aire más fresco que descendía gratamente. Cuando subí el último escalón había un silencio casi sepulcral.

El piso de arriba lucía mucho más despejado, la brisa fresca entraba por las ventanas y las mesas estaban mucho más espaciadas. Apenas habíamos cuatro personas: dos ancianos enfrascados en una partida de ajedrez, mi contrincante y yo. Ocupé mi lugar frente a él y lo salude con una reverencia. Entre nosotros estaba el goban1, completamente vacío, tal cual un campo de batalla en el que aún los ejércitos se preparaban para entrar.

Onegai shimasu2— murmuré presionado por el abrumador silencio del recinto. Mi oponente inclinó su cabeza y devolvió el gesto, después se dispuso a hacer el nigiri3 y sacó del goke4 un puñado de piedras blancas que produjeron un sonido hueco al ser soltadas sobre el goban. Yo puse dos negras pero después del conteo comprobé que no adiviné y tendría que jugar con blancas. Intercambiamos nuestros goke y nos dispusimos a comenzar la partida.

Su primer movimiento fue Moku-Hazushi5, respondí con Komoku6, siguió con Hoshi7 en la esquina y yo hice nuevamente Komoku. Hice Keima8 para asegurar las esquinas y continué jugando en las orillas. El juego avanzaba y el goban comenzaba a llenarse. Sin embargo había algo en el desarrollo del juego que me incomodaba desde que este había empezado. Alguna especie de premeditación o doble inteción que se ponía de manifiesto jugada tras jugada, dejando sus huellas en los patrones que adoptaban las formaciones de piedras.


Clac, una piedra cayó. Ahora mi formación estaba enlazada. Clac, otra piedra atacaba a un grupo distante. El sonido del cristal con la madera se repetía rítimicamente. Clac, una piedra solitaria ahora estaba atrapada en un Shichou9, no habría manera de salvarla. “Maldición”, pensé.

Un sudor helado bajaba por mi frente. De repente el ambiente parecía tan agobiador y asfixiante como el de la planta inferior. Recorrí con mi vista el tablero una y otra vez, pensando en el desarrollo del juego hasta ese punto. Aquello no era posible, las jugadas no eran aptas, no eran las mejores. Sin embargo reposaba en ellas un significado más profundo. Eran asimétricas, desordenadas y aún así eficaces. Cada una de ellas con una justificación inmediata pero no parecían encaminadas por una estrategia, pareciera el juego de un principiante, y aún así parecía demasiado perfecto, demasiado premeditado.

Clac, mi formación había sido cortada. Podía mantener al grupo con vida, pero mi ataque estaba cerrado. Clac, un Kosumi10, ya no me sería posible avanzar y conectar dos grupos para que se mantuvieran con vida. Me sería fácil capturar al grupo de piedras, pero la jugada frustró mis planes. Intenté forzar una guerra de Ko11, pero mi oponente la ignoró. Clac, Tsuke12, una jugada horrible, casi dolorosa a la vista. Contrataqué uniendo mi Keima y amenazando con hacer un Shichou.

El juego avanzaba y me era imposible salir de una situación incómoda. Las jugadas de mi oponente no eran buenas, pero me limitaban. No respondía a ninguna de mis provocaciones y parecía anticiparse a mis tácticas, cortándolas de tajo. ¿Era ese el propósito de este juego? ¿Para eso había sido arrastrado hasta aquí? No era la primera partida que jugaba con mi oponente, antes ya habíamos jugado, de manera amistosa. Recuerdo el día en que se aproximó a mí, guiado por mi peculiar manera de juego que me había ganado alguna fama en los salones de Go. Tuvimos muchas partidas de Shidou Go13 juntos, intercambiando impresiones y estrategias. Conoció mi manera de juego a tal punto que sabía como impacientarme. Y aún así, en la partida que jugábamos, en todos movimientos había una validación que tenía al menos un poco de sentido. Una justificación que no iba más allá del propósito oculto de hastiarme. Cada tirada era como una burla a mí, pero la mirada de mi oponente permanecía serena.

Para ese momento había perdido la concentración por completo. Las jugadas me habian sacado de balance a tal punto que ya no sabía lo que estaba haciendo. Respiré profundamente y estudié nuevamente el tablero. Era un juego simple, había coyunturas que podían aprovecharse. Sin embargo, yo no podía continuarla. Sabía que algunas jugadas podrían ponerme a la delantera con facilidad, pero era inconcebiblemente monstruoso para mí hacerlas. Todas ellas reflejaban en su trasfondo algo completamente ajeno a mí. Conté con calma los puntos del tablero; yo iba ganando.

Sin embargo, la partida no había llegado a su fin. La victoria no era objeto de mayor complicación para mí, salvo por el hecho de que me era imposible. Plasmado en el camino que me conduciría al triunfo había el retrato de una persona abominable, completamente distinta a mí. Cada jugada me iría acercando a aquello que tanto odio y eso estaba tan claro y manifiesto que se me revolvía el estómago. Miré el tablero una y otra vez y era evidente que no tenía escapatoria. Sentía la mirada expectante de mi oponente mientras mis dedos se hundían en el goke.

Abrumado, mis sentidos se agudizaron y comencé a escuchar el susurro del viento colándose por las ventanas, escuchaba la respiración tranquila de mi oponente y sentía el frío tacto de las piedras que rodeaban mis dedos. Sabía cuál era la primera jugada, pero no quería hacerla. Respiré profundo y repasé mentalmente lo que había pasado hasta ese momento. Yo iba ganando y aún así me sentía acorralado. Tomé una piedra y la sujeté entre mis dedos. ¿Jugaría hasta descender por aquél camino tan despreciable? No, aquello nunca había sido una alternativa para mí. Devolví la piedra al goke.

Arimasen14.— musité y de inmediato arrastré todas las piedras al centro del goban. Ya no quería ver esas jugadas frente a mí. Sin embargo, seguían dibujadas como fantasmas en el tablero, como una fuerte impresión que mi memoría no borraría. A donde quiera que miraba, mi mente recreaba aquellas formaciones. Me dispuse a limpiar el goban y devolver las piedras a sus respectivos goke, esperando que la tarea desocupara mi mente. Al final lancé un suspiro.

Arigato Gosaimashita15.— Susurró mi oponente. Lo miré directo a los ojos y permanecí en silencio. Después bajé por las escaleras y me fui de aquél lugar, esperando poder olvidar esa partida en el camino de vuelta.






1El goban es el tablero donde se juega al go. Consiste de una superficie atravesada por 19 líneas horizontales y 19 líneas verticales en cuyas intersecciones se colocan las fichas o piedras.

2Onegaishi masu, una frase de saludo entre jugadores de go en japonés. Literalmente quiere decir “Concédame este favor”. Es una frase que normalmente intercambian dos jugadores al inicio de una partida.

3El nigiri es el proceso mediante el cual se sortea el color de piedras que será usado por los jugadores. Se traduce del japonés como “agarre” y toma su nombre de que un jugador debe tomar un puñado de piedras blancas y colocarlas sobre el goban ocultándolas con la mano, el otro debe colocar frente a él una piedra negra si cree que es un número impar o dos si cree que es par. Si adivina, podrá usar las piedras negras teniendo así el beneficio de la primera jugada.

4Recipiente donde se guardan las piedras.

5Una apertura cerca de una esquina, se caracteriza por su agresividad

6Una apertura defensiva, busca obtener la mayor cantidad posible de territorio de una esquina.

7Una tirada en el punto estrella o Hoshi recibe ese nombre, es una apertura moderada y muy cumún.

8Tirada parecida al movimiento del caballo en ajedrez. Asegura las esquinas cuando jugada después de un Kumoku.

9Shichou o escalera, una formación sin escapatoria. Sólo puede romperse encaminándola a una piedra aliada, si llega a a una orilla, la captura es automática.

10Jugada ofensiva o defensiva que consiste en contectar en diagonal a dos piedras el mismo color.

11Ko significa eternidad en japonés, es una regla que impide hacer una jugada que revierta la anterior. Una guerra de Ko consiste en aprovechar esa regla para cambiar la iniciativa del juego y capturar piedras.

12Una tirada adyacente a una piedra enemiga, no es una buena jugada si se usa contra una formación fuerte.

13Partida de Go comentada, se utiliza para enseñar.

14Japonés, literalmente quiere decir No hay nada (que hacer). Es una frase de uso común que indica que un jugador ha admitido su derrota.

15Una fórmula de agradecimiento que usualmente se intercambia entre jugadores como una cortesía al terminar una partida.


3 comentarios:

Vanessa dijo...

Krankes!!
Este cuento me gustó mucho, creo que retratas perfectamente tu amor por la elegancia de este juego xD
también me parece que funcionaría sin algunas notas al pie... No es que estén de más, pero sinceramente al leer las jugadas, no acudí a las notas sino que dejé volar a mi imaginación xD
El final me agrada
También el argumento de la historia... Es simple, pero manejas muy bien el suspenso ^^
Lindo trabajo
felicidades por el blog!

Vanessa dijo...

Pepe, creo que deberías seguir blogs y así te seguirían xD esto se ve muy abandonado

Su Misantropica Majestad dijo...

Excelente, parecia que fueras a comprar coca a los chinos:D

Sigo diciendo que es un juego que suena bien.